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CÓMO ENTENDER EL DUELO

Entender el dolor ante la pérdida de un ser querido, vivir el duelo, dejándote acompañar en el proceso.

Perder a un ser querido es una experiencia devastadora. Muchos de nosotros nos esforzamos por manejar, minimizar e incluso evitar el dolor mental, emocional y físico que genera. Sin embargo, es necesario vivir el duelo, afrontar la muerte, dejarse acompañar.

Pero, ¿QUÉ ES EL DUELO? ¿qué fases cursa? ¿cómo saber si es normal lo que sientes?

Como cita Mario Marrone, en el prólogo del libro, “El Duelo, una mirada psicoanalítica” (Nahoul V, 2018), El duelo es una experiencia emocional humana y universal, única y dolorosa, que en algunos casos desencadena psicopatología.

La elaboración de este dolor, al que llamamos duelo, es el proceso de resolver emociones intensas y lograr la adaptación a una nueva situación. Esta elaboración depende de un conjunto de factores convergentes: la historia de apego de los individuos, su vulnerabilidad o resiliencia de base, la naturaleza de la pérdida, la causa de la muerte (natural, accidente, homicidio, suicido) y el apoyo social y familiar que tenga la persona en duelo.

Aunque nuestra sociedad del bienestar brinda soluciones inmediatas a todo, hay problemas a los que no puede hacer frente, que esconde, niega o rechaza. Ante la muerte, la persona puede sentirse sola, en silencio, aislada en una sociedad de consumo. Por el contrario, la vida y la muerte, como parte de un mismo binomio, nos muestra otra cara, menos efímera, dentro un ciclo natural, universal, necesario, cotidiano, en definitiva, único, por el que todo ser vivo tendrá que pasar. Nos confronta con nuestra propia limitación como seres humanos y con la dolorosa realidad de que los seres humanos no tenemos control sobre nuestro destino biológico.

Freud menciona el “El malestar de la cultura”, en 1930, la vulnerabilidad del ser humano, frente a fenómenos naturales, otros seres humanos y frente a enfermedades sobre las cuales no tienen ningún control. El psicoanálisis desde sus orígenes, ha considerado la importancia de la muerte como parte de la vida. En este sentido, entender la vida significa entender y aceptar la muerte como cierre del proceso. Cuanto más y mejor comprendamos la muerte, más y mejor viviremos la vida, con mayor responsabilidad y plenitud.

El término duelo, del latín dolus, significa sentir el dolor, el sufrimiento y sumergirse en él. Ante la pérdida de un ser querido, es la demostración de pena y abatimiento. Hablamos también de duelo, para referirnos a pérdidas que no necesariamente son por muerte.

En 1990, Moore y Fine, definen el duelo como el proceso mental mediante el cual el equilibrio psíquico propio se restaura tras la pérdida de un objeto de amor. Es una respuesta normal ante cualquier pérdida significativa. El afecto fundamental del duelo es el dolor, suele acompañarse de pérdida de interés en el mundo externo, reminiscencias hacia el ser querido perdido, y una disminución de la capacidad para hacer nuevos investimentos, para dirigir la energía psíquica y depositarla en nuevas personas o actividades.

Como bien cita Freud en “Duelo y Melancolía”, en 1915, cuando se pierde afectivamente a algo o a alguien significativo se pierde una parte del sí mismo, del mundo interno, de la estructura personal. El mundo aparece desierto y empobrecido. Proceso doloroso de identificación, des-investimento de lo perdido y re-investimento de nuevas relaciones internas y externas. Sólo cuando mentalmente el sujeto logra resolver los afectos contrapuestos (amor y odio) que lo unen a las personas queridas, sólo cuando predominan los recuerdos y afectos de vinculación, entonces se elabora el duelo.

Freud en “Inhibición, síntoma y angustia”, en 1925, señala que “cuando el yo se encuentra absorbido por una labor psíquica de particular gravedad, como un duelo, […] se empobrece tanto la energía de la que puede disponer que se ve obligado a restringir su gasto (energía psíquica) en muchos lugares, semejante a un especulador que tiene inmovilizado su dinero en sus empresas”.

Ana Freud, en 1960, define el duelo sano, como el esfuerzo exitoso del individuo por aceptar que se ha producido un cambio en su mundo externo y que también él debe realizar los cambios correspondientes en su mundo externo y en su mundo interno. Todo esto implica grandes esfuerzos, tanto intrapsíquicos (de reorganización interna), como externos (psicosociales, conductuales, en relación a los demás y el medio). La persona en duelo ha de conformar su mundo interno y sus relaciones externas a una nueva situación, incorporando la ausencia de la persona fallecida.

El dolor es inherente al proceso de elaboración de la pérdida; el término proceso destaca el carácter cíclico, con vaivenes, no lineal, con el cual cursan los sentimientos ante la pérdida. Las personas progresan, se detiene y retroceden dentro del proceso.

ante la perdida de un ser querido, cómo superar el dolor. superar la muerte
                   Entender y superar el dolor ante la pérdida

Wonder, en 2013, señala cuatro tareas básicas necesarias, como adaptación a la pérdida:

Aceptar la realidad de la pérdida, a nivel intelectual, emocional y conductual a la vez, asumir que el reencuentro, al menos en esta vida, no es posible.

Elaborar el dolor de la pérdida, lo que implica trabajar las emociones y el dolor. El dolor implica tristeza, disforia, angustia, ira, culpa, miedo y soledad.

Adaptarse a un mundo sin el fallecido. Es necesario dotar de significado a las pérdidas. Encontrar cómo influye la muerte en las creencias, valores, y supuestos acerca del mundo espiritual que tiene la persona. La muerte pone en entredicho tres supuestos básicos: a. que el mundo es un lugar benévolo, b. que el mundo tiene sentido, c. que la persona misma es importante.

Hallar una conexión perdurable con el fallecido para seguir adelante. Implica recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo. La muerte transforma las relaciones, no las pone fin. No se pierden los recuerdos, ni su influencia, ni los valores y los significados encarnados en su vida. Convertir la relación basada en la presencia física en conexión simbólica.

Si tenemos en cuenta los Apegos, la historia de los vínculos de apego influye sobre la capacidad del individuo para enfrentar el duelo. Una historia previa de apegos seguros junto con un apego seguro a la persona perdida, es un factor protector, y a la inversa, apegos inseguros o ambivalentes en el pasado o en el presente, son factores de riesgo para la evolución de un duelo. Por lo tanto, a la hora de acompañar al doliente, es importante entender los patrones de apego y la calidad y tipo de relación con la persona perdida.

Las investigaciones de Bowlby, Roberstson y Robertson, describen las fases del duelo, estableciendo:

Fase de anestesia: primera reacción frente a la noticia, confusión e incredulidad, especialmente ante muertes repentinas. La persona está en shock con dificultad para comprende y aceptar lo ocurrido. Hay obnubilación, con momentos de aflicción, y cólera intensas, así como angustia y pánico. Dura horas o días.

Búsqueda de la persona amada: deseo persistente e intrusivo de estar con la persona perdida. Aparece más ansiedad que depresión. Llanto y búsqueda a aquel que se ha perdido. Se anhela el reencuentro, se puede manifestar de distintas formas:

a. Percepciones: orientadas hacia todo lo relacionado con la persona perdida.
b. Conductas motoras: pasos hacia lugares compartidos, regresar al escenario de la relación.
c. Componentes ideativos: pensar reiteradamente en la persona perdida, como una forma de mantener el vínculo y la relación en el pensamiento.

Esta presente el temor a que los recuerdos se borren y con ello se borre la memoria al ser querido perdido. Los sueños, se presentan hacia la búsqueda y la realización del deseo de encontrar al fallecido.

El dolor aparece como punzadas agudas, un dolor psíquico muy fuerte. Se presentan, suspiros, hiperactividad sin objetivo, dificultad para concentrarse, revisando errores que pudieran haberse cometido y ponderando la posibilidad de haber evitado el desenlace fatal. Puede acompañarse de acusaciones, reproches, etc. Hay pérdida de interés en las personas y cosas que normalmente eran placenteras. La persona se muestra inquieta, incapaz de descansar, preocupada.

La intensidad de la añoranza y la búsqueda va disminuyendo progresivamente, mientras que la realidad de la pérdida comienza a ser comprendida paulatinamente.

Fase de desesperanza: la persona termina por aceptar que la pérdida será permanente, que tendrá que abandonar antiguas formas de pensar, de sentir y de actuar, lo que incluye establecer una nueva identidad. Sobreviene la tristeza, la depresión, y la apatía. El sentimiento de soledad es muy intenso. Sentimientos de vergüenza, ira o culpa, complican la resolución del duelo.

Fase de reorganización: poco a poco, las personas empiezan a reconstruir su vida, disminuyendo su tristeza. Vuelve el interés por la vida, cuando el proceso es normal. La vida vuelve a adquirir sentido y recobra significado. En esta etapa no se rompe el vínculo con la persona fallecida, pero se modifica. Se recupera la capacidad de disfrutar y sentir placer, puedes hacer planes futuros. La representación de sí mismo u del otro de acuerdo a la nueva situación vital permite avanzar hacia una nueva etapa de reorganización.
La distinción entre un duelo normal y uno patológico es la presencia o la falta de este proceso y la incapacidad del sujeto para encontrar apegos seguros.

Si tenemos en cuenta los modelos operativos internos, que tan bien definía Bowlby, el duelo reactiva las constelaciones representacionales basadas en experiencias de ansiedad ante la separación y los afectos que la acompañan. Hay que tener en cuenta, que cada constelación representacional se forma con respecto a una relación de apego específica, siendo clave en este proceso como nos hemos vinculado con nuestras figuras de apego, padre-madre, figuras por excelencia, y en último término, en relación con lo expuesto, con la persona fallecida. Por este motivo, a excepción de las personas que establecen apegos inseguros-evitativos, que hacen duelos rápidos y ligeros, la labor del duelo es lenta y costosa

Formas patológicas de apego y duelo

Algunas personas quedan fijadas en alguna fase del proceso de duelo, según el tipo de apego que tengan.

Estas son las FORMAS PATOLÓGICAS DEL DUELO:

a. Duelo crónico: caracterizado por respuestas emocionales intensas y prolongadas. La depresión es el síntoma principal, puede ir acompañada de alcoholismo, ansiedad, agorafobia e hipocondría. No remiten los síntomas con el tiempo. El doliente puede aparecer sentado en la oscuridad en soledad, si hacer nada, inexpresivo, desganado, con falta de apetito, con problemas para dormir, fantasías de suicidio, ansiedad, agitación. Hay culpabilidad de no haber podido evitar la muerte, autorreproche. Este duelo se suele ver en quienes tuvieron un apego inseguro-ambivalente o ambivalente-preocupado (Marrone, 2014), constantemente preocupados por la accesibilidad y capacidad de respuesta de sus figuras de apego, muy dependientes de éstas, intrusivos, celosos, pidiendo amor y reasegurando de manera permanente. Son personas que se suelen sentir desvalorizadas, no merecedoras de ser queridas.

b. Ausencia prolongada de aflicción consciente: en estos casos no se pone en marcha un proceso de duelo observable. Se evita el trabajo del duelo y de los sentimientos dolorosos que lo acompañan. La vida del deudo está organizada como si nada hubiera pasado. Sin embargo, sí sufre síntomas físicos y psicológicos recurrentes, que aparecen emocional y cognitivamente desconectados de la pérdida que los provocó (Bowlby, 1993). Sus conductas de apego muestran ser insegura-evitativa, niegan la necesidad de apego y no piden ayuda si la requieren, inhiben su sistema comportamental de apego por temor a ser rechazados por la figura necesitada. En su conducta se muestran tensos e irritables. Evitan los recuerdos del fallecido y evitan conversar sobre éste. El tabú de referirse a la pérdida es un signo de mal pronóstico.

c. Episodio maniaco: el doliente tiene una conducta de excesiva alegría, de euforia omnipotente, fuera de todo juicio de realidad, pudiendo presentar irritabilidad, impulsividad, falta de sueño y actividad sexual exagerada. Evitando así los pensamientos relacionados con la pérdida, por ejemplo, llenándose de actividades como forma de no sentirse triste, etc. Puede presentarse en los sujetos con apego desorientado-desorganizado (Main y Weston, 1981).

Mira hacía ti, busca tus necesidades, déjate estar y acompañar en este duro proceso. La resolución del duelo, no implica desprenderse de la persona querida, el lazo afectivo permanece. La presencia del ser querido ausente puede manifestarse como una compañía interior constante, o estar localizado en algún lugar interno, específico y adecuado. Se trata de un proceso de olvidar recordando. Se abrazan los recuerdos y la relación se transforma, de ser una relación basada en la presencia física a otra basada en la conexión simbólica.

“Muerte que no mueres en tanto que haya vida. Muerte parto inverso…Ay, muerte de mi vida.”

Luis Eduardo Aute

Citas Bibliográficas:

  • Nahoul V. El duelo. Una mirada psicoanalítica. Ed. Psicomática 2018.
  • Herreros AC. Cuentos populares de la madre muerta. Ed. Siruela. 2011.
  • Payás A. Las tareas del duelo. Ed. Paidós. 2010.
  • Freud S. Duelo y Melancolía. Ed. América Espinosa. 1915- 2015.
  • Freud S. Inhibición, síntoma y angustia. Ed. Amorrortu 1925- 2017.
  • Freud S. El Malestar de la Cultura. Ed. Alianza. 1930- 2016.
  • Wonder JW. El tratamiento del duelo. Ed. Paidos Iberica 2013.

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